jueves, 26 de abril de 2012

Kabir / Poema 6


6
La luna brilla en mi interior,
pero mis ojos ciegos no pueden verla.
La luna está en mí, lo mismo que el sol.
Sin que lo toquen,
el tambor de la eternidad resuena en mi interior,
pero mis oídos sordos no pueden oírlo.
Así, en tanto que el hombre reclame el yo y lo mío,
sus obras serán como cero.  
Cuando todo amor del yo y de lo mío haya muerto,
entonces es cuando se consumará la obra del Señor.
Que el trabajo no tenga otro afán que el conocimiento.
Alcanzado el conocimiento, déjese el afán.  
El afán de la flor es el fruto;
cuando el fruto madura, la flor se marchita.
El ciervo contiene el almizcle,
aunque no lo busca en sí mismo,
sino husmeándolo en la hierba.