En tiempos muy remotos, los Warao no vivíamos en esta tierra. Aquí no había ningún Warao. Nuestros antepasados vivían sobre las nubes. Allá arriba, sobre las nubes, vivían dos wisidatu muy buenos y de mucha fama. (…) Todos los días al amanecer se visitaban para contarse sus sueños.
Una mañana, después de saludarse, uno de ellos dijo:
-¡Ah!, ¡ma warotu! ¿Qué es lo que has observado en tus sueños?
-¡Ah!, ¡ma warotu! En el mundo de mis sueños he visto que debajo de nosotros hay otro mundo, igualito a éste en el que vivimos. Debajo de nosotros hay otro mundo. Sin duda que existe otro mundo debajo de nosotros.
Estaban en esta conversación cuando de repente vino un pájaro, un cristofué, y se posó en las ramas de una palma de manaca. Al verlo, uno de los wisidatu le dijo al otro:
-Ma warotu, yo sé que tú tienes muy buena puntería cuando disparas con el arco y la flecha. Yo sé que siempre das en el blanco.
-Eso es cierto, ma warotu. Es verdad que tengo muy buena puntería.
-Entonces dispara con el arco y la flecha echa abajo ese pájaro.
El amigo le respondió:
-Voy a intentar flechar ese pájaro. Si tengo suerte lo echare abajo. Mira mi flecha y mi arco.
Tomó el arco y lo tensó. Luego cogió la flecha y, apuntando al pájaro, disparó con el arco. La flecha pasó rozando las plumas del pájaro, siguió hacia arriba y luego cayó al suelo.
Entonces el wisidatu mandó a su yerno a recoger la flecha. El yerno buscó la flecha. Buscó por todas partes, pero no la encontró. El dueño de la flecha se lamentó diciendo:
-¡Ah!, ¡ma warotu!, he perdido mi flecha.
Entre ellos estaba viviendo una mujer que tenía un conuco sembrado con yuca amarga. Ese día la mujer fue al conuco con sus hijos. Estos, andando por el conuco, encontraron una flecha hundida en el suelo y, sin tocarla, se dirigieron a donde estaba su mamá para comunicárselo.
La mujer corrió a decírselo a la esposa del wisidatu, quien, a su vez, se levantó y fue a donde estaba su esposo y le dijo así:
-Ya apareció la flecha que se te había perdido.
Cuando los wisidatu oyeron esto salieron en busca de la flecha extraviada. Ya en el conuco, vieron que estaba hundida totalmente en el suelo. Intentaron recogerla, pero se hundió más. Entonces, sin tocarla, empezaron a cavar a su alrededor. Cavaron tanto que la flecha quedó en medio de un gran hueco.
Cuando tocaban la flecha, se hundía la tierra. Cavaron nuevamente a su alrededor. Medio la tocaban y la flecha seguía hundiéndose. Siguieron cavando, medio la tocaban y la flecha se hundía más y más. Se fue hundiendo, se fue hundiendo, hasta que, por fin, se perdió.
En el lugar donde se hundió quedó un boquete. Los wisidatu se asomaron y, a través de él, vieron esta tierra. La tierra donde los Warao viven ahora.
-¡Ah!, ¡ma warotu!, dijo uno de los wisidatu, eso es exactamente lo que vi en mis sueños. Es muy cierto que debajo de nosotros hay otro mundo. Resultó ser exactamente como lo soñé. ¿Qué podremos hacer para bajar a esa nueva tierra que hemos descubierto accidentalmente?
Entre ellos estaba viviendo una mujer que ya era suegra. Su nombre era Anatida. Su hija se llamaba Anakatai. Los wisidatu pidieron a la mujer que, con la fibra de moriche, preparara una cabuyera bien larga para bajar por ella hasta la tierra. También mandaron a los yernos a buscar bastantes bejucos para que los amarraran unos a otros hasta que llegaran a la tierra descubierta.
Al terminar de preparar las cabuyeras y los bejucos, introdujeron todos a través del hueco. Fueron bajando las cabuyeras; bajando y bajando. Ellos seguían mirando, desde arriba, hasta que la punta de las cabuyeras llegó a tocar esta tierra. Entonces los wisidatu dijeron a su gente:
-Nuestros yernos bajarán primero. Ellos irán allá para preparar todo. Explorarán la tierra y harán nuestras casas.
Y dirigiéndose a los yernos les hablaron así:
-Cuando ustedes estén de regreso oiremos las cosas que nos cuenten. Y según el resultado de la exploración y de su trabajo decidiremos si bajamos o no a esa tierra.
Uno de los yernos se levantó y habló con los cuñados menores para pedirles que le acompañaran. Una vez puestos de acuerdo, se prepararon para explorar la tierra que acababan de descubrir. Cuando los yernos tuvieron todo listo, hablaron con los suegros. Dijeron así.
-Hoy vamos a bajar. Hoy nos vamos. Mañana permaneceremos abajo y pasado mañana estaremos de regreso nuevamente.
Se deslizaron por las cuerdas hasta la tierra. Al llegar, vieron mucha comida y muy variada (…). Era tan abundante que no hacía falta buscarla. Estaba a la vista y al alcance de la mano. Comieron de la comida que encontraron e hicieron muchas casas.
Al tercer día, antes de regresar, sacaron yuruma para los suegros. Como eran espíritus la sacaron muy rápidamente. Emprendieron el viaje de regreso hacia arriba. Al llegar, los suegros se levantaron para recibirlos y los invitaron a descansar. (…)En ese tiempo llamaban hijos a los yernos. Estos descansaron un poco y después empezaron a contar lo que habían visto y hecho en el viaje de exploración.
-Nosotros hemos visto la nueva tierra. Allá hay comida muy variada y en mucha cantidad. Aquí pasamos hambre. Allá estaremos mejor. Nunca pasaremos hambre porque se consigue toda clase de comida.
Al escuchar la historia de esta exploración, exclamaron todos al unísono:
- Si de verdad es como ustedes dicen, bajaremos todos a esa nueva tierra (…).
Los yernos dijeron:
-Nosotros bajaremos a esa tierra antes que ustedes. Bajaremos y haremos las casas y los caminos antes de que ustedes bajen. Vamos a tener todo listo para cuando ustedes lleguen.
Bajaron los yernos y empezaron a trabajar. (…) Al terminar de preparar todo, sacaron yuruma para llevársela a los de arriba. Regresaron y les entregaron la yuruma a los suegros. Estos, al ver tanta y tan buena, se contentaron mucho y dijeron (…):
-Muy bien. Dentro de cinco días bajaremos.
Ese mismo día los yernos bajaron de nuevo a la tierra porque sus mujeres se habían quedado abajo. Al llegar, dijeron a sus esposas:
-Los papás de ustedes dijeron que dentro de cinco días bajarían todos.
Amaneció el primer día, amaneció el segundo día, amaneció el cuarto día, amaneció el quinto día, fecha en la cual debían bajar los suegros con el resto de la gente. (…)
Entre la gente de allá arriba había una mujer embarazada que vivía en la última casa de la ranchería. El viejo suegro dijo así:
- En la última casa de nuestra ranchería hay una mujer embarazada. Ella será la última en bajar. Nosotros seremos los primeros.
Los yernos, los hijos y las esposas estaban todos en fila, preparándose para bajar. Pero los ancianos suegros todavía no se habían colocado en la fila. Entre la gente que estaba en la fila se encontraba la mujer embarazada que, según la orden de los suegros, sería la última en bajar. Pero, como había muchos Warao, nadie se dio cuenta de su presencia. Nadie la vio.
Y comenzaron a bajar. Bajó mucha gente. Por fin llegó el turno a la mujer. Intentó introducirse por el boquete, pero se quedó atascada a causa de su preñez. Arriba quedaba la mitad de la gente. Los ancianos suegros, los wisidatu, todavía no habían bajado. Cuando los waraos vieron que la mujer se había quedado atascada en el hueco, pisaron y pisaron encima de ella con el fin de hacerla pasar. Se decían:” si pisamos duros conseguiremos que pase por el boquete”. Y pisaron muy duro, pero no lograron que pasara por el hueco. Pisaron tanto y tan duro que a la mujer se le salió el ano y se convirtió en el lucero de la mañana. Así se origino esta estrella. (…)
Los que se quedaron arriba hicieron todo lo posible por recoger a todos los que habían bajado, y los de abajo hicieron todo lo posible para bajar a los que se habían quedado arriba. Los de arriba echaron lazos para intentar llevarse a los que habían logrado bajar. Y los de aquí hicieron lo mismo para bajar a los de arriba. Los de arriba lanzaban un lazo, agarraban a alguno de los de aquí y se lo llevaban. Lo enlazaban y desaparecía.
Los dos wisidatu eran los dueños de la vida y de la muerte, por eso los de aquí querían traerlos a la tierra, pero no lo lograron. Lo de arriba si enlazaron a mucha gente de aquí y la llevaban hacia arriba.
Esto fue el principio de la muerte en esta tierra. Por eso, cuando se muere un Warao, la gente dice que los de arriba lo enlazaron y se lo llevaron.
(Escalante, 1992:13-25, en la Gente de las Curiaras de Isis Iturrate Merás)