La semilla no puede
saber qué va a suceder, la semilla nunca ha conocido la flor. Y la semilla no
puede siquiera creer que tiene el potencial de convertirse en una hermosa flor.
El camino es largo, y siempre es más seguro no recorrer ese camino porque el
trayecto es desconocido, nada está garantizado.
Nada puede ser garantizado.
Mil y uno son los riesgos del camino, son muchos los escollos – y la semilla
está segura, escondida dentro de una dura coraza. Pero la semilla lo intenta,
hace un esfuerzo, tira la dura concha que es su propia seguridad y comienza a
moverse. Inmediatamente la lucha comienza: la lucha con la tierra, con las
piedras, con las rocas. Y la semilla era muy dura y el brote será muy, muy
suave y los peligros serán muchos.